Si un guineano te dice que no entiende por qué en Europa hablan de crisis, tienes un problema. El director de la escuela Talita Cum y pastor de la iglesia bautista de Evinayong, José Luís Ansema Abaga, estuvo en España durante un par de meses, y cuando regresó me formuló la temida pregunta, con los ojos abiertos y la sorpresa de quién ha visto lo que, supuestamente, es un momento difícil para los europeos: "Dicen que en España tenéis crisis", dijo, "pero he estado en casas con luz, agua, comida y neveras. Y la mayoría de familias tienen coche, y casa, y trabajo". Mis intentos derivaron hacia una explicación basada en cuestiones estructurales, de couyntura, de un paro que pasa del 8% al 20%, del estancamiento de algunos sectores, de la competencia de otros mercados, de la burbuja inmobiliaria, del cierre del grifo de los préstamos por un mal uso y un peor abuso, de... "Ya", insistió, "¿pero éso es vivir una crisis?". Los estados africanos llevan, de media, medio siglo de independencia (Guinea Ecuatorial, 42), pero de los 32 países más pobres del planeta, 30 son del continente negro. ¿Crisis? La crisis tiene que ver con una identidad maltratada durante siglos (tanto por el colonialismo y la esclavitud, como por muchos gobiernos africanos que han perpetuado el estancamiento de su pueblo) y con la falta de una verdadera economía de mercado. El tópico habla del guineano como de alguien poco emprendedor, sin iniciativa, y que se limita a una subsistencia diaria para ser feliz. Eso tendrá su parte positiva, pero también es cierto que en Guinea cada día se organiza un gran mercado al aire libre, sin organización, sin pensar en que alguien se puede especializar en algo para generar un producto o un servicio, para generar riqueza. La base sigue pasando por mejorar la educación (un mal endémico en Guinea, aunque con atisbos de esperanza) y por entender que podemos estar inmersos en una crisis financiera y de confianza en el mercado, pero que unos quilómetros más al sur todavía hay millones de personas que tienen que vivir con menos de 1,25 dólares diarios, eso que llamamos el umbral de la pobreza extrema. Pero ellos no saben qué es una crisis, nunca han tenido que perder tanto como para caer en una. El futuro pasa no por dar (¡ojo al concepto equivocado de algunas ONG, que con una buena voluntad que puede ser paternalista no basta!), y sí por formar, educar, crear cooperativas, aprovechar el distinto potencial de cada persona, mover una economía estancada casi en el trueque, dar esperanza.
tienes mucha razón Jordi, muy acertado tu comentario. Un abrazo.
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