jueves, 13 de mayo de 2010

¿Otoño?


En un país de verdes explosivos, telas que rebosan vida y una luz que amarillea, naranjea, azuela y embellece, también hay lugar para los ocres, los grises y los colores ténues. En un país de verano perpetuo, estaciones inexistentes (más allá de la división entre épocas secas y lluviosas), también hay lugar para un mosaico otoñal. Sin sus temperaturas, sin sus alfombras de hojas secas, sin sus aterdeceres que invitan a pasear con el cuello del abrigo algo levantado y las manos en los bolsillos, pero con su misma melancolía, sus mismos rincones poéticos y hasta algunas miradas que parecen buscar un ansiado rayo de sol. Miradas ficiticias, claro, ya que no hay guineano que anhele esa calidez. Forma parte de su día a día, vaya.

lunes, 3 de mayo de 2010

Cinco minutos antes

Cinco minutos antes de caer rendido, tu mirada era intensa y curiosa. En la cocina de la escuela pasaste de brazo en brazo, dormiste con una mosquitera algo deshilachada y tu piel se perfumó aún más de ese humo que tanto me molesta y al que vosotros os acostumbráis desde bebés. Cinco minutos antes de caer rendido, tu hermano te transportaba con la impericia de un niño de cinco años pero con la destreza de un hermano mayor. Está habituado, como cualquier hermano mayor guineano. En el momento más dulce eres un niño. En el más duro, también. Eres un niño que va y viene, que recorre caminos, que tendrás una sencilla mochila, un cuaderno que cuidar como si fuera oro y un lapicero que irá desapareciendo bajo las fauces de un afilador. Cinco minutos antes de caer rendido eras un bebé. Pero entrarás rápido, más que en otros países, en la niñez y tu mochila, tu cuaderno y tu lapicero serán tus tesoros, a pesar de la voracidad del afilador.