martes, 21 de junio de 2011

El Terrassa FC en Guinea




Será que el fútbol, más allá de un deporte de millonarios (pocos), es el deporte más universal que existe, el que sólo exige un terreno (socavones y malas hierbas hasta le dan emoción), un balón (vale que sea uno de cuero recién hinchado, pero también uno ya agonizante, con el cuero desgastado o, sencillamente, de plástico, pero plástico del bueno) y un grupo de chicos (o chicas, ojo) con ganas de montar un 4-3-3 en un plis, mandar al típico palomero bajo palos (el fuera de juego no siempre es ley) o levantar una nube de polvo que indica que, en su interior, varios pies (con botas de diseño, con bambas del Carrefour o directamente descalzos, a lo guineano) intentan dar caza al sufrido balón. En su reciente estancia en Guinea, Lydia se llevó consigo un maletón lleno de ropa. Normal, es una chica, pensarán muchos. Pues error. Primero, porque un servidor suele llenar más el equipaje que ella. Y segundo, porque el preciado botín eran varias decenas de camisetas donadas por nuestro segundo equipo (sí, Barça aparte): el Terrassa FC. La verdad es que el club no pasa por su mejor momento, navegando en la dura Tercera División, cuando no hace tanto se codeaba con los grandes pequeñitos de Segunda A. Pero todo llegará. De momento, tanto la escuela El Buen Pastor de Malabo como Talita Cum de Evinayong cuentan con equipaciones (algunas del rojo histórico, otras con el negro de la segunda equipación de hace un par de temporadas), unas chulísimas camisetas Diadora (no es publicidad, es que son chulísimas y punto) que permitirán seguir organizando partidos (un espectáculo, oigan) y ordenando sueños, que eso también tiene su qué.