viernes, 31 de agosto de 2012

Nombela

De apellido como africano (de hecho, con un tono entre bubi y fang), pero más albaceteña que una navaja. Marta ha estado un año viviendo, compartiendo, trabajando en Malabo, la ciudad que el líder de jóvenes de la iglesia bautista, Elías (bueno, él prefiere Ebulabaté), llama la ciudad contrastada, que ya me suena como a título de novela y todo. Este año termina en un mes, una cuenta atrás en la que prefiere no pensar. De sonrisa permanente, cantinela constante (no se da cuenta, pero va tarareando no sé qué) y energía de esa que dura y dura, se metió de lleno en el pre-escolar de la escuela El Buen Pastor (cantar sobre cómo está el día o zambullirse en coloridas fichas de pre-escritura ya forma parte de su día a día), aunque también ha dado clases en secundaria. Otro reto ha sido coordinar un taller de música en la iglesia, donde los jóvenes forman una verdadera jam, un quinteto de jazz con capacidad para improvisar, crear ritmos o seguir el que otro marca. La batería de Javier (ortodoxa y eficaz) o el don musical de Fabrice (un loco a las baquetas, los teclados, las cuerdas o lo que le echen) se han encontrado con alguien que les ha hablado de pentagramas, notas y hasta del control de la respiración. Todo suma, vaya.

jueves, 30 de agosto de 2012

Oro colorado









El océano, tímido y descarado a la vez, redibuja el perfil de Guinea Ecuatorial con las mareas, caricias de mar que dejan al descubierto una sinfonía de texturas y colores, de grises cobalto y azules que huyen, de verdes intensos y negros ébano. A primera hora de la mañana (pongamos entre las 7 y las 8, esa indefinida y usada “mañanita” guineana), los pescadores combe regresan con su botín. Pueden pasar una o varias noches en el mar, pescando y durmiendo en un cayuco que, una vez varado, nos parecerá casi un objeto gigante de artesanía, un tronco vaciado y trabajado para armar uno de los más resistentes botes que existen, esos que relacionamos con exhaustas llegadas a fronteras de blancos. En ese botín, la joya más preciada es el colorado, un pez enfundado en oro rosáceo y que parece haber arrancado algo del brillo del Atlántico. Entre cayucos y en la arena se improvisa una lonja que ni siquiera llega a subasta. No tiene tiempo. Un grupo de mujeres da buena cuenta de las piezas, para revenderlas frescas en puestos callejeros y en mercados o para secarlas y transformarlas en lingotes ahumados.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Yuca y Coca-Cola



Un escritor guineano, Justo Bolekia (de la etnia bubi, la mayoritaria en la isla de Bioko) habla de una estancia rápida y sutilmente hilada, entre hijos, hombres y fardos. Regresar a Guinea Ecuatorial es absorber de nuevo los efluvios de esa tierra roja y ese verde selva que todo lo quiere cubrir. Es acostumbrar el oído a ese idioma fang (la etnia mayoritaria del país, y en especial en el interior) que, con una cantinela propia de enes, ges y vocales alargadas para entonar ideas (un idioma que entona ideas, mientras nosotros nos limitamos a enfatizarlos...), hila las conversaciones incluso entre dos caminantes que se cruzan y no detienen su paso. Es reencontrar rostros, nombres, familias, las escuelas y las iglesias de Malabo, Bata y Evinayong. Es reemprender el trabajo. Es ver como Nil recupera sus amistades guineanas. Es reabrir un arcón que mezcla tradición con aires de modernidad; ritos tradicionales (recorrer la carretera central del país un domingo es un festival de celebraciones) con antenas parabólicas que enseñan (o distorsionan) el mundo exterior, o atangas y yuca con latas de Coca-Cola y una extraña Trina de piña colada. 
Lydia, Nil y yo hemos estado hasta ahora en Bata (capital continental, zona de los ndowe), en unos días de descanso tras tres semanas trabajando en Evinayong (zona fang, a medio camino ya de Gabón y Camerún), que viene a ser como nuestra segunda casa. Allí (junto a un grupo de chicas que ha venido de España y varios chicos de la iglesia) hemos pintado y decorado la escuela -sí, esa de madera verde y rosa que tanto abunda en este blog-, la escuela donde trabaja Eli y donde se reincorpora Sara después de un tiempo de descanso. 
También allí he podido llevar a cabo un curso para maestros de primaria sobre lectoescritura y alfabetización, herramientas para mejorar todavía más el nivel educativo de la escuela Talita Cum (para qué engañarnos, la envidia de todo Evinayong!), donde no paran de llegar solicitudes de matrícula a pesar de tener ya las aulas llenas.
Y aunque el trabajo educativo es la base, el dedo sigue escapando hacia la cámara y hacia el teclado, que para eso existe este intermitente blog. Si internet lo permite (el mes de septiembre lo paso en Malabo, trabajando con los maestros de la escuela El Buen Pastor, donde se puede tener un acceso, aunque lento y a rachas).
Como primera muestra, una imagen de Sola y su mamá (Confi) en Evinayong...