lunes, 26 de julio de 2010

El fútbol en Guinea (3ª parte): Copa África y las chicas al poder




La Nzalang nacional (o sea, la selección de Guinea Ecuatorial) nunca ha conseguido cosechar éxitos futbolísticos en un continente dominado por potencias como Egipto (ganadora en siete ocasiones de la Copa África), Ghana (con cuatro títulos), Camerún (con cuatro más) y otros, también con al menos un triunfo, como Nigeria, Marruecos, Argelia o Costa de Marfil. O sea, un panorama más que complicado para un país tan, tan pequeñito. Hasta que llegaron las chicas: la misma competición en versión femenina nació hace relativamente poco (en 1991), pero en sus siete primeras ediciones sólo tuvo a un conjunto ganador, el de las Águilas Verdes de Nigeria, que fueron arrasando campeonato tras campeonato, hasta que la octava edición (2008) se disputó en Guinea Ecuatorial. Y allí, las chicas guineanas se hicieron fuertes en casa y dieron la gran campanada,  ya que conquistaron la copa, ganando en la final a Sudáfrica por 2 goles a 1. Histórico, vaya, y tal como leí en alguna crónica “no hace falta que se restrieguen los ojos, es verdad, somos campeones de África”. El equipo, liderado por su estrella Ayongmana, tumbó de forma consecutiva a Camerún, Congo, Mali, la intocable Nigeria y Sudáfrica. Los goles de Diala y la propia Ayongmana consiguieron que todo un país vibrara con el fútbol, algo que se repetirá el próximo 2012, ya que Guinea Ecuatorial será la sede de la Copa África masculina de forma compartida con el vecino Gabón. Los gaboneses aportan dos grandes estadios (en Port Gentil y Libreville), mientras las dos joyas de Guinea son los nuevos estadios de Malabo (conocido, viva la originalidad, como Nuevo Estadio, con capacidad para 15.000 personas) y Bata (el Estadio la Libertad, con 10.000 localidades). Yendo desde Malabo hacia alguno de los barrios limítrofes con la ciudad (o tomando ya alguna de las carreteras que permiten acceder al sur de la isla de Bioko) se bordea el nuevo estadio de Malabo, majestuoso en la distancia. Se trata de una infraestructura que ya lleva un par de años en marcha, pero que contará con un hermano pequeño (en el que todavía se estaban haciendo obras) en Bata, un estadio La Libertad en el que pudimos entrar y hasta hacer algunas fotos, un espacio que todavía huele a nuevo y donde el rojo y azul de las gradas, el verde del césped y el marrón de la pista de atletismo ya dan el primer toque de color a lo que será la gran fiesta para el fútbol guineano. Posibilidades de lograr algo grande para el Nzalang, no muchas, pero será su segunda participación en toda la historia de la Copa África (un derecho ganado como organizador) y logrará que miles de personas vivan con pasión los partidos. Me quedé con las ganas de asistir a algún partido de la selección, pero me han contado que la gente lo vive con unas ganas increíbles (en España, por ejemplo, los aficionados están más acostumbrados a asistir a partidos), con ojos como platos y, al más puro estilo Brian Eno, con un muro de sonido constante que ríanse ustedes de las vuvuzelas esas sudafricanas.
En la primera foto podéis ver una parte del interior del nuevo estadio La Libertad de Bata. En la segunda, algunas de las chicas de la escuela Talita Cum de Evinayong que aceptaron el reto de entrenar y jugar con el equipo masculino (entrenado, por cierto, por alguien con nula experiencia como un servidor). Y sin desentonar, oigan, que entre ellas todavía descubriremos a una futura Ayongmana.


viernes, 16 de julio de 2010

El fútbol en Guinea (2ª parte): bajo la lluvia

No importa el clima. Al contrario, en un entorno sin estaciones y dominado por el calor, la aparición de la lluvia (por más tormentosa que sea) siempre es bienvenida en Guinea a la hora de improvisar un partido de fútbol. Nacerán duelos espectaculares, teñidos de barro y mejorados por la velocidad que tomará el balón (hasta el más deshinchado del mundo tomará direcciones que ni el Jabulani ese de Sudáfrica), con chicos y chicas que tendrán a esa lluvia como fiel testigo de partidos de fútbol con pretensiones casi de waterpolo. Ya dijimos que el fútbol es el deporte rey en Guinea Ecuatorial. De hecho, casi el único, ya que prácticamente no se ve ni una cancha de baloncesto (y no digamos ya de tenis), pero sí esas fantásticas porterías armadas con cañas y esculpidas a machete. El riego del cielo no es un impedimento para jugar a fútbol. Es un aliciente, un elemento más contra el que (o con el que) jugar, la posibilidad de hacer resbalar el balón con un toque suave o de que se apalanque de forma caprichosa en el primer charco donde se sienta a gusto. Esos partidos resultan como más épicos, más sufridos y más divertidos. Ser niño equivale a chapotear a la más mínima. Pero serlo en Guinea equivale a olfatear casi la inminencia de la lluvia; allí no hay unas primeras gotas que adviertan de nada, allí la descarga es instantánea, dibujándose una cortina gris que convierte un partido de fútbol en el juego más divertido del mundo. Será por eso que en un partido de la Nzalang Nacional no habrá (de momento, que están en ello) demasiada técnica, pero sí fuerza, anticipación y capacidad de dejarse la piel. También será por eso (viendo a tantas chicas lanzarse bajo la cortina de agua tras un balón) que la Nzalang femenina ya ha cosechado sus primeros triunfos continentales, aunque eso lo veremos en una tercera entrega.

sábado, 10 de julio de 2010

El fútbol en Guinea (1ª parte)




2008. Primer viaje a Guinea Ecuatorial: en el aeropuerto de Madrid, los pocos guineanos que esperan con nosotros el vuelo a Malabo saludan efusivamente a un compatriota que no puede dejar de regalar sonrisas y unos tímidos agradecimientos. Es Benjamín Zarandona, futbolista que llegó a tener cierta popularidad vistiendo la camiseta del Betis. Pero sólo eso, cierta popularidad. El fútbol es el deporte más popular en Guinea y, tal como descubro en ese momento, Benjamín es todo un ídolo y el líder de la Nzalang (el Rayo en lengua fang), la selección ecuatoguineana. En las carreteras y hasta pistas forestales del país, hay varias formas de detectar que uno se acerca a un poblado. Una, puede ser la presencia de mujeres cargando las pesadas cestas (los nkueiñ) en la cabeza. Otra, algunas cabras saltarinas y asustadizas que, como mucho, se alejan unos centenares de metros de las zonas habitadas. Un tercer elemento pueden ser algunas tumbas rudimentarias, cementerios vestidos (los más afortunados) con algunas baldosas o con palmas que forman una cruz. Pero otro puede ser lo que podríamos llamar como un más que modesto campo de fútbol. Lo de campo, literal, con un rectángulo (eso sí, de hierba, hierba, aunque plagado de agujeros y montículos de arena capaces de desviar cualquier osado balón) marcado por un par de porterías. Las medidas no suelen ser, precisamente, reglamentarias, pero son fruto de un esfuerzo importante, ya que comporta adentrarse en la selva machete en mano, cortar unas cuantas cañas de longitud considerable y montar lo más parecido a un marco digno del mejor estadio del mundo.
Pocos guineanos practican deporte. De hecho, no deja de ser un concepto aún muy occidental, aunque la herencia española y el contacto con el resto del mundo han convertido al fútbol en deporte nacional. Muchos guineanos siguen con fervor la Liga española (con división de opiniones, tal como debe ser, entre Barça y Madrid), aunque sus ídolos siguen siendo aquellos jugadores africanos (el panafricanismo en el fútbol es una evidencia palpable) que han cruzado las fronteras del continente para triunfar en Europa. Así, los nombres del marfileño Didier Drogba o del camerunés Samuel Eto’o lucen con orgullo en las camisetas de muchos jóvenes aunque, a bastante distancia, el de Benjamín puede presumir de ser un espejo para muchos chavales que, descalzos y con balones a menudo pinchados o fabricados con trapos, disputan partidos con el mismo fervor, las mismas celebraciones, la misma pasión y las mismas esperanzas en ser futbolistas de mayores que los de cualquier plaza o patio de Barcelona, Santander o Almería.

En futuras entradas hablaré del futbol bajo la lluvia y en la escuela; de la Nzalang nacional, y hasta de la próxima Copa Africana de Naciones del 2012, que se celebrará entre Gabón y Guinea Ecuatorial.