martes, 29 de diciembre de 2009

Semana 15. Dejamos la zona continental


Después de casi cuatro meses en el interior de Guinea, abandonamos la zona continental para pasar unos días en Malabo (la capital del país, en la lejana isla de Bioko, más cerca de Camerún que del resto de la misma Guinea). Las primeras horas son de impacto, en una urbe que acosa con su tráfico, su ruido (como buen urbanita que soy, reconozco que lo necesitaba un poco)y su ajetreo. Camino a Malabo, dejamos atrás los últimos resquicios de selva, los últimos cayucos en los ríos y los últimos caminos de tierra roja.

    Semana 15. Sol


    De acuerdo, soy la incoherencia hecha persona. Mi clima favorito es el frío y mi hábitat natural se basa en una cierta nocturnidad o, al menos, una reducida presencia de luz solar, en un deje vampírico que algún psicoanalista disfrutaría llevando a un mullido diván. Pero lo cierto es que me he reconciliado con el sol y con su caricia constante, aunque no tanto con esos momentos de (excesiva) calor. Quizá sea por eso que nuestra vida guineana se ha basado más en el interior (más fresco y montañoso, sin olvidar que seguimos en zona tropical) que en la costa. Quizá sea por eso que ahora entiendo porque a los paragüas los llaman parasoles (y no será que les falta lluvia, dicho sea de paso) y porque los niños recolectan esas grandes hojas que hacen la función de gran visera. Años ha (que uno tiene una edad) mis añorados Radio Futura ya me prevenían sobre los 37 grados de su escuela de calor...

      Semana 15. Vacío




      Una escuela vacía nunca quiere llegar a estarlo. Una vez el barullo de voces, risas, algún llanto, canciones y sonidos inclasificables se diluye, en el aire parece quedar algo, una especie de eco que retumba, como esas voces que acechan en las paredes de una casa abandonada o en esa curva de un río donde ya no podemos vislumbrar si surge un lago o una cascada estruendosa. Esas voces se mezclan con los restos más rebeldes que los niños van dejando a su paso: hojas arrancadas de cuadernos que sufren el paso de las semanas, punta de lápices de colores que decoran algún rincón o hasta esas laboriosas arañas (en Guinea, algunas de un tamaño más que respetable) que tejen sin pausa sus trampas en escogidas esquinas con vistas a un mosquito.

        miércoles, 23 de diciembre de 2009

        Semana 14. Feliz Navidad



        Hola soy Nil.
        Aqui en Guinea pasaremos las navidades con calor al contrario que en Europa. Pasaremos las navidades en Evinayong, los ultimos dias del año en Malabo (en la isla de Bioko) y el fin de año en Madrid. Estaremos en Terrassa el dia 4 de Enero.
        Podré enpezar el segundo trimestre con frío y en España con mis amigos.
        Espero que paséis todos un feliz Navidad y que os lo paséis bien.

        Hola, soy Lydia
        Este año no podemos enviar postales de Navidad. Así que desde aquí os deseamos a todos que disfrutéis de unos felices días de Navidad. Aprovechad para descansar, estar con la família, y recordad que lo que celebramos es el nacimiento de Jesús.

        Y volviendo al calor del diciembre ecuatorial, para daros un poco de envidia a los del hemisferio norte, os diremos que el domingo pasado disfrutamos de un super baño en una piscina, y que a final de año estaremos bañándonos en la playa en la isla de Bioko!

        Hola, soy Jordi
        como lo mío no es enviar postales navidañes, os regalo un par de fotos más: una, todo un duelo entre Lydia y una bebita que no paraba de tocarle la cara. Y la otra, con la formación del equipo de Talita Cum (enfundado con la mejor camiseta del mundo), con el que participamos en un partido organizado por la ciudad de Evinayong y con el resultado final de....lo importante es participar (ejem!)

          Semana 14. Leña


          Hace unos días organizamos una excursión con la clase de tercero. De acuerdo, el término excursión, para la mayoría de nosotros, equivale a ir a unas cavas en Sant Sadurní, a la fábrica Pelikan, al Montseny o a la Fundació Miró. Pero en Guinea, digamos que no es lo más habitual del mundo, por lo que esta avanzadilla la llevamos a través de la selva (¡cómo si ellos no la conocieran, vaya!) para visitar la finca de Reina (de la que hablamos en el blog hace unas semanas). La experiencia, un gustazo, pero lo mejor fue en la vuelta, cuando los mismos alumnos se organizaron para cargar hasta la casa de nuestra anfitriona uno de los mejores regalos que se pueden hacer en un país que cocina en el suelo: leña. Y para hacerse una idea de los troncos que son capaces de transportar, pasen y vean...

            domingo, 20 de diciembre de 2009

            Semana 13. (Auto)promoción

            Estos días, a pesar de encontrarme a 5.000 quilómetros de casa, se publican dos novelas de las que quiero hacer (auto)promoción, ya que las ha escrito un servidor de ustedes. Una es Malas noticias y la otra es Pistolas al amanecer (escrita en este caso a cuatro manos con el gran escritor y hasta mejor amigo Daniel Jándula). Ambas, en la editorial Noufront, que lo sepan...

              Semana 13. Seguidores...

              Acabo de colgar un gadget en el blog de Seguidores y descubro que ya había uno. O mejor dicho, una. O mejor, una escritora. Noa Alarcón, de las que todavía piensan que la literatura es un ser frágil al que hay que mimar con esmero, sin intrusiones mercernarias de los que pasaban por aquí y publicaron algo sin amar a ese ser. La podéis leer y descubrir en elalmadelpapel.blogspot.com. Y, claro está, se aceptan más seguidores...

                Semana 13. Merchandising Obama


                Obama: el apellido fang más popular del mundo (aunque, de hecho, es más nombre que apellido, ya que el colonialismo impuso sus particulares prenombres) suele verse en los mercados guineanos estampado en camisetas con pretensiones kitsch. Al lado de otras de Michael Jackson, de Samuel Eto'o o Didier Drogba, la Obama family ha conseguido su huequecito en el panorama del merchandising africano.
                Eso sí, en Guinea Ecuatorial se trata de un apellido muy extendido bastante frecuente entre los fang, aunque eso no garantiza que el presidente de los Estados Unidos sea pariente de ningún otro Obama, a no ser que pertenezca a la misma tribu, ya que el parentesco sigue teniendo una vinculación, a menudo, más tribal que sanguínea.

                  sábado, 19 de diciembre de 2009

                  Semana 13. Camino de Akurenam





                  La carretera que conduce al sur, hasta Gabón, desde Evinayong, solo hace honor a su nombre (el de carretera) durante unos pocos quilómetros, para convertirse después en una pista forestal de baches traviesos, tierra roja y cambios de rasante que obligan a confiar en que después no surge el gran vacío, como ese abismo que antiguas culturas situaban en una Tierra plana al final del mar. La paleta de quien pintó Guinea acentúa la variedad de ocres y de verdes y hasta el agua de los tramos de río que osan surgir de la espesura refleja en su quietud esos tonos, hasta crear una selva paralela, un bosque algo desdibujado por su textura líquida, aunque protegido por un silencio que, fuera, llegaría a inquietar.

                    Semana 13. Retratos (17) Wendy



                    Puede sonar a amiga de Peter Pan, pero es un niño. Con dos años, le da a la pelota que no veas (algún día quizá sea el primer guineano en jugar en el mejor equipo de la historia, el Pep Team que me acabo de enterar que se ha llevado el mundialito) y se ha convertido en la sombra de Nil.

                      Semana 13. De Badajoz a Honduras vía Croacia


                      Con uno de esos cachivaches que el maestro de los blogs (Jonathan Gelabert, gran amigo y hasta mejor persona) me enseñó a encontrar por la red, puedo saber desde qué puntos del mundo alguien está consultando este blog cronicoguineano. Así, de podido descubrir visitas desde países como Estados Unidos, México, Honduras, Venezuela, Perú, Uruguay, Argentina, Brasil, Líbia, Turquía, Ucrania, Croacia, Chequia y (ahí ya vaiajamos al terreno más detallado) ciudades como Salamanca, Madrid, Santiago, Zaragoza, Badajoz, León, Valencia, Terrassa, Barcelona y uno de esos etcéteras que ayudan a dar la sensación de un largo e interminable listado. O sea, que gracias turcas, mañas, hondureñas y, hay que barrer para casa, egarenses...
                      Y para los que me recriminan que nunca salgo en las fotos (¿hace falta recordar que para eso las hago, para no salir en ellas?), ahí va un autorretrato gentileza del retrovisor de la moto china, de marca que ya no recuerdo, del único profesor motorizado de la escuela de Evinayong. El caprichoso retrovisor, por cierto, ha decidido convertir la marca de la cámara en una achinada Xatnep...

                        Semana 13. Cartelismo






                        Los neones o las pantallas que tanto nos deslumbran en el centro de Madrid o Barcelona no abundan, precisamente, en Guinea. El cartelismo manual sigue siendo, más que un arte, una necesidad para anunciar desde una abacería hasta una peluquería, pasando por los incontables bares (en algo tenía que notarse la herencia española). Sin olvidar el toque kitsch que representan afiches varios sobre peinados o anunciando una de las más que curiosas clínicas chinas.

                          Semana 13. Medicina (...y 2)




                          Faltaban las imágenes de las temidas vacunas. Martín es uno de los que no derramó ni una lágrima y que hasta optó por seguir todo el proceso al detalle. De los míos (ejem), vaya...

                            Semana 13. Medicina (1...)






                            Los fang suelen acudir a especialistas en medicina tradicional (en las curanderias) para tratar sus enfermedades. Y, de hecho, buena parte de la sabiduría de herboristas, que conocen al detalle las propiedades de distintas plantas, es tan válida como la medicina que los occidentales consideramos más convencional. La cosa, en cambio, se complica cuando la causa de una enfermedad se vincula al contagio por objetos considerados tabúes o como un castigo por parte de los espíritus. De acuerdo, habrá dolencias con orígenes más piscosomáticos o por desequilibrios entre el cuerpo y la mente, pero caer en un exceso de fetichismo evitando acudir a un hospital (aun teniendo en cuenta las carencias evidentes de los centros guineanos) es peligroso. No quiero caer en el discurso de contraponer medicina convencional con la tradicional (el papel de algunas multinacionales farmacéuticas que obligan a importar medicamentos a precios prohibitivos tampoco es, precisamente, ejemplar), pero sí defender, al menos, la posibilidad de poder elegir entre ambas propuestas. En varios poblados, a distancias considerables del hospital más cercano, se están instalando puestos de salud, gestionados por personas que han realizado un cursillo para poder realizar curas básicas o suministrar medicamentos para tratar algunas dolencias, aunque uno de sus papeles principales es el de concienciar a sus vecinos acerca de cuestiones sobre hábitos de higiene o de cómo reaccionar ante una diarrea o las primeras señales de un paludismo. En las fotos podemos ver uno de esos puestos de salud, imágenes de un rotofolio (grandes hojas con dibujos para concienciar en el tema de los hábitos), así como las de una reciente campaña de vacunación contra el sarampión en la escuela de Evinayong. Al detectar a pocos metros la presencia de una de esas finas pero temibles agujas (mi aprehensión ante ellas va mejorando, pero muy lentaaaaaameeeeeente), algunos niños empezaron a poner esas caras de pánico que dan ganas de salir corriendo con ellos en brazos, aunque otros aguantaron la acometida estoicamente y hasta mirando el temido momento del pinchazo.

                              domingo, 13 de diciembre de 2009

                              Semana 12. + Evinayong

                              Captar el ambiente de un lugar con una sencilla cámara de fotos (algún día hasta compraré un buen equipo, algún día) es tarea compleja, pero sigo empeñado en ello. Ahí va algo más de nuestra Evinayong...





                                  Semana 12. Retratos (16) Doble


                                  Doble tiene uno de esos curiosos nombres (para mi, claro) de casa de los guineanos. No es un simple mote, es el nombre que usarán toda la vida en el contexto familiar. Doble hace honor a su nombre: vive en Engong, un pequeño poblado a medio camino entre Niefang y Evinayong, y es capaz de transmitir la sensación de que tiene algún hermano gemelo. Caminando por la selva, siempre en fila india en los estrechos y dificultosos caminos, aparece ahora delante, abriendo paso; ahora detrás, recogiendo frutos; ahora en el medio, encontrando un nido de termitas o una oruga gigante (gigante para nosotros, poco habituados a insectos del tamaño de un diplodocus). Doble es vivo, rápido (Usain Bolt tendrá en unos años un temible competidor) y espabilado. Un niño que vale por dos.

                                    Semana 12. El mejor resort del mundo



                                    El hecho de que Guinea Ecuatorial sea un país sin infraestructura turística (o muy mínima, vaya) y con grandes extensiones de terreno sin explotar lo convierte en un pastel apetecible para multinacionales, poceros varios y grupos hoteleros de los de resort, playa privada y habitaciones clonadas a las de Punta Cana o Riviera Maya. Se supone que eso debe formar parte del llamado progreso, aunque se acaba convirtiendo en una potente inyección de capital extranjero y, paralelamente, en una también potente fuga casi total de los beneficios. ¿En qué ha ayudado ese turismo de resort clonado a países como México o en la República Dominicana? Los guineanos viven felices sin tener que recibir cada año a miles de personajes de bermuda ancha y cuello levantado para evitar las picadas de los mosquitos. Pero acabarán haciéndolo, eso parece seguro, y aunque suene a discurso plagiado a Chico Mendes, parte de su selva morirá en el camino. Y buena parte de esta felicidad, ejemplificada a diario en los grupos de niños que chapotean y viven, en el río.

                                      ,

                                      Semana 12. Movun




                                      La humedad, de repente, parece estallar. Como si fueran escondrijos para animales y plantas de vida ajena al sol, surgen pequeños microclimas, jardines de musgo, helechos y mariposas azules, antes de reencontrar los caminos de frutas rojas, ramas que parecen entrelazar manos y columnas de luz que, como el estallido de claridad de una vidriera de catedral, se abren paso. Visitamos Movun. En el interior del interior, camino ya de Camerún, se encuentran pequeños poblados que resisten los cantos de sirena de la ciudad. Su selva incluso parece distinta, menos macheteada, con más parajes todavía por recorrer. La tierra enrojece aún más su aspecto y la mirada de los ancianos parece llegar mucho más adentro. Movun es la frontera entre abandonar los últimos suspiros de la selva y tomar la ruta hacia Bata, hacia la ciudad que, como una telaraña, va tejiendo callejones y vaciando el interior.

                                        domingo, 6 de diciembre de 2009

                                        Semana 11. Retratos (15) Jonaris


                                          Semana 11. Aprendo a leer





                                          Te contaré que aprendo a leer. Te contaré que no sabía distinguir una letra de otra y ahora ya tienen como vida propia. La m, con sus dos puentes, ya se me antoja distinta de esa n tan parecida, pero más modesta en su gestación, con un solo puente vaya. Y puedo escribir mono con dos o como dos ojos. Mi nombre, Santos, contiene uno de esos ojos, y una de las n que hace poco me parecía un garabato extraño, y una vocal más que ya es como de la familia. La letra b resulta que ahora me evoca a barcos, a esas bananas que mi abuela recoge en la finca, a bosques (aunque Jordi se empecina en recordarme que es selva, yo lo sigo llamando bosque), a bebé (en mi casa, en poco tiempo, han llegado dos más) o a berde, pero resulta que se escribe con v, que los guinenanos pronunciamos más parecida a una f. ¡Qué lío!. De acuerdo, tengo 11 años y alguien dirá que ya debería leer historias de corsarios, de aventureros, de chicos que se meten a detectives para resolver misterios o de Tom y Huck corriendo descalzos al mismo ritmo que un barco de vapor en el Mississipí. Pero en un improvisado servicio de biblioteca he empezado con libros donde encuentro algunos de los animales que conozco y puedo relacionar su imagen con su nombre escrito. Eso sí, a cambio le enseño a Jordi como son esos nombres en fang; el pobre pronuncia fatal, pero al menos ya sabe que nkong es rana, nkomgan es cocodrilo, engoro es gorila, ndjuá, elefante y nkuá, jirafa. Cuando otro compañero, Benito, le contó que una mañana había cazado una nñó (que resulta ser una serpiente) casi le da algo. Es que es de ciudad.

                                            Semana 11. Aún más manos






                                            Manos en la cabeza. Manos dejándose acariciar por la arena diluyéndose entre los dedos. Y manos (brazos, mejor dicho) tatuados con las calcomanías más naturales del mundo, las esporas de algunas plantas.

                                              Semana 11. Muchachada



                                              Cuando tenía pocos años entró, por primera vez, un televisor en mi casa. Era inmenso (o así lo recuerdo), con unos botones cuadrados que empezaron emitiendo un limpio clic-clic, pero que fueron degenerando hasta tal punto que uno de ellos lo teníamos que mantener presionado con un coche de juguete. Y cuando hablo de botones, me refiero a encender / apagar y a UHF / VHF, nada más, aparte de unos cilíndricos que servían para dar más o menos brillo. Era de color rojo chillón, aunque lo de chillón quizá sea por el contraste que pegaba con unas imágenes en blanco y negro. Aguantó unos años, por lo que el color supongo que no llegó a casa hasta finales de los 70 o cerca ya del año del Naranjito. Tampoco se trata de resumir una vida de televidente en unas líneas, pero sí de intentar explicar cómo han sido las últimas semanas sin el susodicho aparato. El tópico pseudohippie habla de un estado de cierta desconexión, de una felicidad gracias a la ausencia de los efluvios televisivos. Hay una parte de verdad: se puede vivir sin televisor. Y, de hecho, sin otros medios de comunicación, ya que en Evinayong es prácticamente imposible encontrar uno de los pocos medios escritos (a lo sumo, mensuales) del país (consigo, eso sí, La Gaceta de Guinea o Ébano en Bata). El tema radiofónico tampoco es muy halagüeño, ya que sólo existe una emisora (La Voz de Centro Sur), que no emite todo el día y con varios programas en fang (nada que objetar, faltaría más, pero a no ser que vengamos a vivir a Guinea, de momento no pillo nada de nada) y algunos en español, aunque casi sin información internacional. O sea, que lo de la cierta desconexión es un hecho y lo único que busco cuando podemos acceder a internet en el campamento de los coreanos de Hyundai (que están construyendo el sistema de agua potable en la ciudad) o en de los franceses de Sogea (se encargan de las carreteras) son los últimos resultados del Barça, que de eso nunca se puede desconectar por más que me lo pareciera (por cierto, ver a Ibrahimovic, Messi y hasta Keita luchando con Villa por el pichichi suena bien, así como a Valdés –sí, yo le reivindico- reeditando Zamora). Televisivamente hablando, una parte queda perfectamente suplida con la fabulosa memoria de Sara plagada de películas (acabo de ver Rocky Balboa –sí, me ha gustado, ¿qué pasa?- y de revisar las andanzas de Nick Rivers en Top Secret), aunque hay un par de tesoros que echo en falta: uno, Lost, la mejor serie de la historia (aviso a navegantes: Lydia y yo hemos visto cuatro temporadas, así que ante cualquier intento de contar algo de la quinta o la sexta no respondo de las posibles consecuencias), aunque más que por televisión (maltratada hasta la saciedad por TVE), la seguimos en DVD. El segundo: Muchachada Nuí, programa (también en TVE, en La 2) fetiche por excelencia, puro surrealismo catódico, aunque ahí no coincido con Lydia, que sigue sin entender de qué me río. La verdad es que si he decidido escribir una entrada televisiva se debe a que en mi cámara de fotos he encontrado una del autógrafo y la caricatura que Joaquín Reyes (el mejor actor de España y parte del extranjero, con el permiso de Leslie Nielsen) me regaló en el festival de Benicàssim del 2008 (donde también me regaló un rato de conversación sobre el look hortera de algunos y sobre Tom Waits).

                                              Semana 11. Retratos (14) José Nguere



                                              Tarde de río, de bajar una pendiente embarrada sin que nada caiga de la cabeza, de limpiar platos y cacerolas con agua, claro, pero también con ceniza y arena. Tarde de combinar ratos de juego con otros de trabajo. Ser niño en Guinea es disfrutar de una vida al aire libre, de pasar horas correteando y construyendo juguetes con latas y madera, pero también es trabajar cargando agua, platos o hermanitos pequeños.

                                                Semana 11. José Hierro


                                                Hace tiempo, tampoco tanto, descubrí (y me rendí) a la poesía de Panero y a la de García Montero. Dos locos (y aquí pongan el sentido más o menos literal que quieran y lo menos despectivo que puedan) ribeteados de dejes de cordura, dos escritores que hacen que uno piense (pondré la excusa de la envidia sana) aquello de “este texto me gustaría haberlo escrito yo”. En la biblioteca de la escuela de Evinayong, algunas cajas –con el destinatario escrito a mano- esconden libros aún por clasificar. Se hace muuuy difícil pasar ante ellas y no arrancar el precinto para husmear. En los últimos días han surgido de ahí libros de Enid Blyton (nunca supe si era nombre de hombre o de mujer, por lo que nunca le puse rostro como a otros autores), varios Hollister (lo siento, pero yo era incondicional de Los Cinco de Blyton), tomos de Grandes Aventuras (o sea, la versión en cómic de Ben-Hur, de Tom Sawyer (!!!!!!), de Rob Roy y de varias de Verne, plagadas de monstruos, viajes estelares, aventuras marinas y varias joyas más), algún Quijote y Manolito Gafotas (dos antihéroes más cercanos de lo que pueda parecer) y hasta (lagrimilla) ejemplares de cómics (tebeos, mejor dicho) como el DDT, el Zipi y Zape, el Tío Vivo o el Mortadelo, donde afloran recuerdos de infancia gracias a Pepe Gotera, Benito Boniato, la familia Trapisonda, Don Pío, Anacleto, El inspector O’Jal, Las hermanas Gilda, Doña Tecla Bisturín y, guardo mis favoritos para el final, Superlópez (¡ese croissant pedido medio en sueños al vendedor de billetes del metro!) y Sir Tim O’Theo (¿hace una pinta en El Ave Turuta, querido Patson?). Pero vuelvo al tema de abrir cajas: una de ellas contenía una veintena de ejemplares de un mismo libro, el Cuaderno de Nueva York de José Hierro. Conocía, sí, su rostro agrietado, su mirada dura y su aire de poeta como demasiado clásico, como demasiado arrastrado por tics machadianos. Pero no. Tomé un ejemplar de esos cuadernos y descubrí el anhelado nombre que me faltaba para cerrar la trilogía. Hierro equivale a poemas que son cuentos, poesía que es prosa (¿o era al revés?), vaivenes con la palabra, dominada hasta tal extremo que, en un mismo día, leer cualquier otra cosa hasta parece sacrílego. Y no digamos ya sobre ponerme a escribir…aunque escribir, para mi, es como un tic, una necesidad, un impulso diario tan básico como el respirar o el comer (de hecho, hasta más, ya que más de un mediodía laboral lo había dedicado a escribir, olvidándome de llevarme nada a la barriga). A menudo una serie de palabras se agolpan en la cabeza y deciden organizarse por libre, dándose forma, moldeando algo todavía impreciso. Y debo recogerlo, ordenarlo (cuesta lo suyo, la verdad) y plasmarlo en papel antes de que huya, ya sea en un cuaderno, una servilleta de bar o un tiquet de la compra (sí, sirve para algo más que para leer el nombre de la cajera que nos ha atendido). Escribir nunca puede ser una obligación (¡qué tortura!) ni una frivolidad (y mucho menos para poder decir eso de “hala, ya he escrito un libro” y abandonar después el hábito del teclado, la pluma o lo que se tercie). Escribir es deshechar, es llenar páginas que nunca verán la luz y acabarán en el fondo de ese famoso cajón de todo escritor. Escribir no es planificar que se quiere escribir sin haber escrito nunca (es como querer coronar el Everest sin salir nunca a la montaña), sin tener una dosis de tinta circulando por las venas. Durante este tiempo guineano pensé en no dedicar demasiado tiempo a escribir (la prioridad es otra), pero esas malditas palabras no entienden eso y siguen agolpándose sin parar, como el péndulo y el corazón delator de Poe, como los cronopios de Cortázar, como la ballena blanca, como la sabiduría de los salmos bíblicos, como la belleza vaya, que cantaba Aute. En estos tiempos guineanos, un personaje (como el enigmático X que Graham Greene describe en una leprosería congoleña en su En busca de un personaje, otro libro delicioso encontrado en Evinayong) me ronda en silencio, entre la penumbra y salta a traición. No tiene nombre, pero ya se va perfilando. Para intentar olvidarle, vuelvo a José Hierro, y ahí es cuando cualquier nuevo intento de escribir obliga a pedir perdón. Y eso hago.