sábado, 10 de julio de 2010

El fútbol en Guinea (1ª parte)




2008. Primer viaje a Guinea Ecuatorial: en el aeropuerto de Madrid, los pocos guineanos que esperan con nosotros el vuelo a Malabo saludan efusivamente a un compatriota que no puede dejar de regalar sonrisas y unos tímidos agradecimientos. Es Benjamín Zarandona, futbolista que llegó a tener cierta popularidad vistiendo la camiseta del Betis. Pero sólo eso, cierta popularidad. El fútbol es el deporte más popular en Guinea y, tal como descubro en ese momento, Benjamín es todo un ídolo y el líder de la Nzalang (el Rayo en lengua fang), la selección ecuatoguineana. En las carreteras y hasta pistas forestales del país, hay varias formas de detectar que uno se acerca a un poblado. Una, puede ser la presencia de mujeres cargando las pesadas cestas (los nkueiñ) en la cabeza. Otra, algunas cabras saltarinas y asustadizas que, como mucho, se alejan unos centenares de metros de las zonas habitadas. Un tercer elemento pueden ser algunas tumbas rudimentarias, cementerios vestidos (los más afortunados) con algunas baldosas o con palmas que forman una cruz. Pero otro puede ser lo que podríamos llamar como un más que modesto campo de fútbol. Lo de campo, literal, con un rectángulo (eso sí, de hierba, hierba, aunque plagado de agujeros y montículos de arena capaces de desviar cualquier osado balón) marcado por un par de porterías. Las medidas no suelen ser, precisamente, reglamentarias, pero son fruto de un esfuerzo importante, ya que comporta adentrarse en la selva machete en mano, cortar unas cuantas cañas de longitud considerable y montar lo más parecido a un marco digno del mejor estadio del mundo.
Pocos guineanos practican deporte. De hecho, no deja de ser un concepto aún muy occidental, aunque la herencia española y el contacto con el resto del mundo han convertido al fútbol en deporte nacional. Muchos guineanos siguen con fervor la Liga española (con división de opiniones, tal como debe ser, entre Barça y Madrid), aunque sus ídolos siguen siendo aquellos jugadores africanos (el panafricanismo en el fútbol es una evidencia palpable) que han cruzado las fronteras del continente para triunfar en Europa. Así, los nombres del marfileño Didier Drogba o del camerunés Samuel Eto’o lucen con orgullo en las camisetas de muchos jóvenes aunque, a bastante distancia, el de Benjamín puede presumir de ser un espejo para muchos chavales que, descalzos y con balones a menudo pinchados o fabricados con trapos, disputan partidos con el mismo fervor, las mismas celebraciones, la misma pasión y las mismas esperanzas en ser futbolistas de mayores que los de cualquier plaza o patio de Barcelona, Santander o Almería.

En futuras entradas hablaré del futbol bajo la lluvia y en la escuela; de la Nzalang nacional, y hasta de la próxima Copa Africana de Naciones del 2012, que se celebrará entre Gabón y Guinea Ecuatorial.







2 comentarios: