viernes, 31 de agosto de 2012

Nombela

De apellido como africano (de hecho, con un tono entre bubi y fang), pero más albaceteña que una navaja. Marta ha estado un año viviendo, compartiendo, trabajando en Malabo, la ciudad que el líder de jóvenes de la iglesia bautista, Elías (bueno, él prefiere Ebulabaté), llama la ciudad contrastada, que ya me suena como a título de novela y todo. Este año termina en un mes, una cuenta atrás en la que prefiere no pensar. De sonrisa permanente, cantinela constante (no se da cuenta, pero va tarareando no sé qué) y energía de esa que dura y dura, se metió de lleno en el pre-escolar de la escuela El Buen Pastor (cantar sobre cómo está el día o zambullirse en coloridas fichas de pre-escritura ya forma parte de su día a día), aunque también ha dado clases en secundaria. Otro reto ha sido coordinar un taller de música en la iglesia, donde los jóvenes forman una verdadera jam, un quinteto de jazz con capacidad para improvisar, crear ritmos o seguir el que otro marca. La batería de Javier (ortodoxa y eficaz) o el don musical de Fabrice (un loco a las baquetas, los teclados, las cuerdas o lo que le echen) se han encontrado con alguien que les ha hablado de pentagramas, notas y hasta del control de la respiración. Todo suma, vaya.

1 comentario:

  1. Qué bé.. ja vas coneixent a tots els joves de Malabo!! Em sonen els noms però no soc capaç de posar-hi cares...
    Et trobem a faltar.
    Lydia i Nil

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