viernes, 23 de octubre de 2009

Semana 4. Hace un mes (18 de octubre)

Hace un mes que llegamos. La nueva terminal del aeropuerto de Barcelona y el de Frankfurt, todo orden y pulcritud, se me antojan ahora como una imagen lejana, algo empañada, difusa, extraña, como perdida en la memoria. Por uno de esos caprichos llamados escalas, tuvimos que volar hacia el norte para enfilar camino al sur. Hace un mes que llegamos y los ojos ya casi se han acostumbrado al exceso de luz y a la lluvia diaria que tiñe de gris el lienzo del paisaje. Hace un mes que llegamos y la leche en polvo sabe riquísima. Hace un mes que llegamos, y doblar una mosquitera, ir a buscar agua al manantial, caminar con las botas embarradas, alumbrarse con un quinqué y saludar levantando las dos manos son ya casi unos hábitos de los de toda la vida.
Octubre, como el del coronel sobre el que escribiera García Márquez, llegó como de costumbre. Nuestro primer cambio de mes. Nuestra primera hoja arrancada, preludio de una estancia que estamos consiguiendo prolongar gracias a las arduas negociaciones de Sara, habituada a moverse por ministerios y consulados.

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