domingo, 17 de abril de 2011

Abrirse paso





“El asunto es avanzar abriéndose paso”. Así definía un chico de 11 años el trabajo de Katarina Tomasevski (sí, vuelvo a ella, pero es que es un hilo conductor más que apropiado) sobre el derecho a la educación. Ni siquiera detalla de qué país era. Da igual. Nos suena a derecho que no debería ni debatirse, pero es uno de los más marginados en la agenda global, esa que nos recuerda que hay 1.200 millones de personas (no es demagogia, es estadística y de las duras) que viven con menos de un dólar diario. En Guinea Ecuatorial, es la realidad de la mayoría de la población. No discutiremos sobre su estilo ni su calidad de vida (en algunos aspectos, planea una felicidad volatilizada en el norte próspero y que pasea con flamantes iPhones), pero sí, siempre, sobre el derecho a la educación. Dice Tomasevksi que las ONG –y aquí entran confesionales, aconfesionales, con estructura de multinacional o con más voluntad que otra cosa– “han liderado el camino y los gobiernos, algunos, lo siguieron”. Intentemos hacer el esfuerzo de pensar en un ente Estado como bueno o malo, como protector o como obstaculizador de ese derecho. Pensemos, y más en contexto africano, en que es propenso al cambio y que, de forma individual, siempre hay quien valorará y tendrá en cuenta la inversión en su propio pueblo. El Buen Pastor (con más de 700 alumnos, en Malabo) y Talita Cum (con 250, en Evinayong) son dos ejemplos de ello.
Estos últimos días, Lydia ha podido enviar algo más de información, un regalo mejor que cualquier caja de lazo brillante y bien trenzado, lo puedo asegurar.
Su regalo sirve para que a esa teoría generalista, alejada, intangible, le apliquemos un zoom de miles de aumentos y pasemos de hablar de un continente, un país, un estrato social, a contar con nombres, apellidos, miedos, anhelos, esperanzas, juegos, caídas, rasguños, aprobados, suspensos, ejercicios bien o mal resueltos, preguntas, respuestas. En definitiva, educación. Cualquier escuela, a final de trimestre, se transforma en un bullicio distinto, condicionado por la entrega de los boletines de notas (¿Discutible el uso, o abuso, de ellas? Ante la prioridad de preservar un derecho, no viene al caso pero lo recupero algún día).
En Talita Cum, Santiago anda algo enfurruñado: ha suspendido Matemáticas. Cursa cuarto de primaria, construye unos coches que ni Vettel y Senna (para poner uno de mi juventud) juntos, regala al mundo unos ojazos que todo lo observan, camina cada día casi seis quilómetros (a no ser que coincida con alguna ranchera todavía con un hueco, siempre lo hay, en la parte de atrás) y ayuda, y mucho, a su madre. Su padre, camerunés, desapareció un buen, o mal, día. Santiago fue (y es, pero la distancia escuece lo suyo) uno de los mejores amigos de Nil, con el que montaron prototipos de bólido, escalaron árboles varios y se reían de cosas incomprensibles (entre ellas, algunas palabrotas en fang que no sabría reproducir). Su hermano pequeño Charlis, pura vitalidad y sonrisa incorporada como perpetua, se está superando con unas notazas para enmarcar.
Y aunque eso de tener favoritos nunca hay que admitirlo, la de Lydia es Reina, una chica ya en sexto, una “curranta” de cuidado (casi cada día va a la finca de su familia cargando leña, piñas, bananas, yuca, cacahuete o lo que haga falta) y una alumna con un comportamiento ejemplar. Bueno, hasta que el tema se torció algo el curso pasado (sí, todo chico guineano pasa las mismas crisis de identidad, sobre su futuro, de rebeldía, de lo que sea, que todo chico español, neozelandés o argentino). Hasta tuvieron que expulsarla un tiempo, pero vuelve a ser la misma Reina de antes, con ganas, con esa mirada de indescriptible intensidad, y con unos aprobados que lucen lo suyo, la verdad.
Y así podríamos hablar de Juan, de Santos, de Perpetua, de Exu, de Raquelita. O, con el nombre fang, de Ndong, de Eyanga, de Oyana, de… En definitiva, nombres y apellidos a los que ofrecer una base, una oportunidad, clave para romper la transmisión intergeneracional de la pobreza, para alimentar un futuro.

Por cierto, en las fotos podéis ver el rostro que acompaña a alguno de esos nombres, con Charlis, Reina y Exu

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