miércoles, 13 de abril de 2011

Agua, luz, escuela




La ciudad de tierra roja, de bruma que envuelve en un círculo perfecto y vaporoso, de pies que se desplazan y de selva que serpentea hasta las mismas calles, ofrece una agradable sorpresa. En nuestra anterior estancia en Evinayong, conseguir agua era una odisea (para nosotros, claro, acostumbrados al grifo mágico que todo lo fluye), pero ahora Lydia puede atestiguar que, después de años de trabajos, todas las casas tienen acceso a agua a través de diferentes fuentes que evitan largas caminatas al río, esperas de lluvia para llenar bidones y esos equilibrios (para mí imposibles) de cargar pesados cubos en la cabeza con la facilidad de quien lleva un simple sombrero. Y lo mejor de todo, es que disminuye el estancamiento de agua en bidones (muchos ya viejos y oxidados), fuente ya no de vida y sí de enfermedades con una concentración elevada de mosquitos y amebas por litro cuadrado (bueno, seguro que eso no existe, pero hablar de metros líquidos siempre me ha parecido extraño. Y el pueblo de tierra roja y selva voraz resulta que también cuenta con una nueva instalación eléctrica (¿lugares en el mundo sin luz el 2011? Pues sí...). Eso sí, des de las seis y media de la tarde hasta la madrugada, cinco horas y media en un mundo donde unas pilas para la linterna son un lujo y un generador una utopía al alcance de pocos.
En la escuela Talita Cum el agua facilita el trabajo en la cocina (elaborar arroz cada día para 270 alumnos y lavar esos platos requiere mucha) y la higiene de los niños, con unas manos que tienden a acumular restos de colores, de tierra, de frutas arrancadas por el camino. Y las reuniones nocturnas en la iglesia bautista, en la misma escuela, ya no discurren en la penumbra de una bombilla renqueante con constantes amenazas de echarse a dormir si el combustible del generador escasea.
La comunicación de Lydia y Sara con el resto del mundo sigue siendo compleja, con poco acceso a internet (en toda la zona continental del país no hay) únicamente a través del satélite de un par de empresas (la coreana Hyundai y la francesa Sogea) que trabajan en la zona y al que tienen un acceso muy limitado (aunque muy de agradecer, qué caramba).
Otro cambio en Talita (gracias a la construcción hace unos meses de un nuevo módulo de madera) es que todos los niños y niñas, desde pre-escolar hasta sexto, pueden asistir juntos en el turno de mañana, sin tener que dividirse. Eso facilita mucho el trabajo del equipo de maestros. Y por la tarde, dos de ellos (Ambrosio y Diosdado) pueden llevar a cabo tareas de mantenimiento, además de recuperarse más horas para que la iglesia también pueda funcionar a diario, con reuniones de líderes, estudios, ensayos del grupo de alabanza y reuniones de oración, además de haberse recuperado el trabajo con otras comunidades pequeñas del interior (Engong, al pie del Monte Alen, y Eboafan, una especie de interior del interior camino ya de Gabón).
Pero la escuela, de madera azul y acogedora como dijimos en el anterior texto, quiere y puede cambiar más. ¿Cómo? Construyendo módulos ya de cemento. De momento, Sara está buscando presupuestos con empresas constructoras (escasas, pero las hay) para empezar este mismo mes, aunque por el momento los posibles presupuestos superan los recursos.
Alguien se preguntará si todo esto vale la pena. Bueno, la gran abolición del siglo XIX (en casi todo el mundo. Y reitero lo de "en casi") fue la de la esclavitud. Pero nos queda la de la pobreza, que sólo puede cambiar desde la base, con un desarrollo económico y social de las poblaciones. Y eso, empieza con la alfabetización, con la educación. Y como tituló Katarina Tomasevski (asesora en derecho a la educación en Naciones Unidas) en un libro, con el asalto a la educación.

3 comentarios:

  1. ¡¡¡Lydia es una valiente!!!!

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  2. Qué buenas noticias! sí, eduquemos, en el tercer mundo, en el primero, en el segundo, en el cuarto... en todos! a ver si conseguimos arracarle un pedazo de territorio a las muchas pobrezas y oscuridades que nos rodean... ¡Animo Lydia!

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  3. Hola, Jordi, Lydia i Nil,
    Sóc la Maria, de La Sínia. Voldria posar-me en contacte amb vosaltres per parlar de la possibilitat de muntar una biblioteca per a l'escola de Evinayong. No té a veure amb La Sínia, envieu-me un mail (msolerdv64@gmail.com) i us ho explico amb detall.

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