viernes, 8 de abril de 2011

Blusa malva


El escritor húngaro Lajos Zilahy –de nombre tan cacofónico como impronunciable para mí- explica en su novela Los Dukay como la protagonista empieza a escribir un diario personal a los diez años. ¿Para contar qué? Impredecible. De hecho, su primera frase es: “Mademoiselle Barbier hoy se ha puesto una blusa de color malva”. A partir de entonces, el diario es una sucesión de vivencias y sensaciones, pero también de silencios (discretos silencios, dice el autor) y paréntesis. Incluso en momentos de hechos importantes, ese silencio puede estar latente, como los árboles que se olvidan de florecer o que, quizás, reposan mientras esperan misteriosas señales de la tormenta y de la tierra. ¿Guinea sigue ahí? Pues claro, acostumbrada a su habitual silencio, a su discreta presencia en el mundo, a su nula mención en los medios (solo lo hará cuando convulsione, cuando quizá sea demasiado tarde). Pero Guinea también tiene sus blusas malva. En Malabo (la capital oficial, en la isla de Bioko), los cacereños Dámaris y Julio llevan ya meses de trabajo en una ciudad de aspecto colonial y con aspiraciones urbanitas (no llegan a cuajar, ya que no deja de ser una capital pequeña), en una escuela que es un verdadero bullicio vital, con más de 700 alumnos. En Bata (la capital continental, menos urbanita y más centrada en alejar la voraz selva que quiere reconquistar toda la costa), José Luís Ansema, Florencia Ayecaba y sus cinco hijas (las cinco erres: Rebeca, Rut, Rode, Raquel y Rita) ya llevan meses trabajando en la iglesia bautista, cambiando la bruma del Monte Alen por las caricias del Atlántico. Y en Evinayong, la escuela Talita Cum aspira a dar otro salto más, a reconvertir sus módulos de madera (espléndidos, acogedores) por otros de obra (espléndidos, acogedores, pero más resistentes). Y Sara Marcos (a punto de cumplir diez años en el país) cuenta desde hace cinco días con un apoyo extra, al menos para este mes, ya que Lydia se ha trasladado a Guinea para dar un empujoncito al proyecto de construcción y para llevar a cabo algo de formación con el profesorado. Y yo, con la mente en Guinea pero con el cuerpo en Terrassa, pues recuperando el blog, el diario en reposo. ¿Tarea fácil? Bueno, teniendo en cuenta que en Evinayong (y desde hace un tiempo, ni en Bata) no hay internet, la cosa se complica. Y bueno, añadiendo el percance (habitual ya en el sector) de la pérdida de las dos maletas de Lydia en Casablanca (nada, dos maletitas de 24 quilos, que se quedan ahí agazapadas en un rincón y nunca más se supo), los intentos de ir aportando novedades, como que se complica. Pero Lydia llegó (gracias compañía aérea, algo es algo) y, total, en las maletas sólo iban cuatro fruslerías: medicamentos, regalos de la familia de Sara, batas para los maestros de Talita Cum, fotos, una carta de Nil para Santiago (su mejor amigo en la escuela) y un montón de camisetas de fútbol que nos regaló el Terrassa FC. Digamos que no es, precisamente, el típico neceser fácil de reemplazar. La primera intriga, pues, está servida: ¿Llegarán esas maletas a Bata en los próximos días?

1 comentario:

  1. Me encanta tu comentario Jordi y como escribes;me encanta seguir de lejos pero de corazon los acontecimientos de Guinea y ... que fotos mas bonitas!!!!! espero lleguen las maletas !!!!!!

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