sábado, 8 de septiembre de 2012

Cuentan que hay un volcán





Cuentan que ahí hay un volcán que, de vez en cuando, se asoma. El Basilé. Cuentan que, una vez, los más ancianos del lugar decían que se lo habían llevado. Cuentan que, en realidad, no existe. Cuentan que esa bufanda de nubes eternas, tejida de forma clandestina, no es más que un dibujo en el cielo, una fábula, una pincelada imaginada. Cuentan que se vio a alguien armando el volcán con sus propias manos, llevando tablas, chapas, nipas y hasta algunos clavos. Y pintura, claro. Cuentan que, desde entonces, nadie ha subido, nadie ha asomado la cabeza a su cráter, nadie ha jugado a crear eco con su voz. Cuentan que el volcán, que vacila con cada tormenta que atrae, se dedica a vigilar a los habitantes de Malabo y hasta de media isla de Bioko, de su tierra roja y negra. Vigila en silencio, en penumbra, entre la niebla, bajo ese manto plomizo y gris cobalto que se fusiona con el horizonte del mar. Cuentan que algunos barcos cargueros sólo están allí para señalar la frontera. Y cuentan que con su hermana gemela, el volcán Victoria en Camerún, pasó algo parecido. Pero esa ya es otra historia.

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