miércoles, 19 de septiembre de 2012

Escuela. Y activa...(1)





Borges, quizá ya pensando en su impostor inverosímil o en senderos que se bifurcan, dijo en una ocasión que a los cinco años “mis padres interrumpieron mi educación para mandarme a la escuela”. De acuerdo, no hay que caer en el error de poner la escolaridad al servicio único del sistema productivo (que de eso hay, vaya), pero sí que podemos defenderla entendida como un derecho, más que como un deber. Supongamos que esto empieza a sonar a panfleto, a folleto provisto de memorias y de pasados gloriosos, pero habrá que salir del embrollo. Educar como proceso liberador, defendía Paulo Freire (pedagogo brasileño). Eso ya suena mejor. Si le añadimos creatividad, igualdad de oportunidades y futuro, la mezcla ya va tomando una consistencia de esas más apetitosas. El mismo Borges habla en un poema de dos desconocidos, que hubieran sido amigos, enterrados juntos por su admiración cruzada hacia Conrad o hacia el Quijote. Bueno vale, Borges hubiera tenido suficiente con aprender en casa, pero si de paso podemos ofrecer algo más, a por ello. El lunes empezó el curso escolar en Guinea Ecuatorial. Y como todo lunes escolar que se precie, las calles se llenaron de niños, niñas y jóvenes uniformados de blanco, de verde, de rojo o de cuadraditos, un mosaico de colores dirigiéndose a clase. Que sí, que el sistema educativo guineano es todavía joven, inexperto y con necesidades, pero va dejando de serlo, que para eso existe el paso del tiempo y la formación. Que sí, que hace no demasiados años ni tan sólo se consideraba necesario que los menores de diez años aprendieran demasiado, más allá de lo que la imprescindible sabiduría popular (y más en un país plagado de lenguas de tradición oral) les regalara en las largas noches que empiezan a las seis de la tarde al lado de una lámpara de bosque.
En la escuela Buen Pastor de Malabo, casi 700 de esos uniformados personajes, desde los rostros todavía desubicados de pre-escolar a los ya afianzados de Bachillerato, ya están en eso que Josefina Aldecoa definía como “avanzar, vibrar, aprender”. Y ese, es el verdadero milagro de esta profesión...

1 comentario:

  1. Hola Jordi, me gustaría poder contactar contigo via mail. El mio es anvaor arroba gmail.com

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