domingo, 6 de diciembre de 2009

Semana 11. Muchachada



Cuando tenía pocos años entró, por primera vez, un televisor en mi casa. Era inmenso (o así lo recuerdo), con unos botones cuadrados que empezaron emitiendo un limpio clic-clic, pero que fueron degenerando hasta tal punto que uno de ellos lo teníamos que mantener presionado con un coche de juguete. Y cuando hablo de botones, me refiero a encender / apagar y a UHF / VHF, nada más, aparte de unos cilíndricos que servían para dar más o menos brillo. Era de color rojo chillón, aunque lo de chillón quizá sea por el contraste que pegaba con unas imágenes en blanco y negro. Aguantó unos años, por lo que el color supongo que no llegó a casa hasta finales de los 70 o cerca ya del año del Naranjito. Tampoco se trata de resumir una vida de televidente en unas líneas, pero sí de intentar explicar cómo han sido las últimas semanas sin el susodicho aparato. El tópico pseudohippie habla de un estado de cierta desconexión, de una felicidad gracias a la ausencia de los efluvios televisivos. Hay una parte de verdad: se puede vivir sin televisor. Y, de hecho, sin otros medios de comunicación, ya que en Evinayong es prácticamente imposible encontrar uno de los pocos medios escritos (a lo sumo, mensuales) del país (consigo, eso sí, La Gaceta de Guinea o Ébano en Bata). El tema radiofónico tampoco es muy halagüeño, ya que sólo existe una emisora (La Voz de Centro Sur), que no emite todo el día y con varios programas en fang (nada que objetar, faltaría más, pero a no ser que vengamos a vivir a Guinea, de momento no pillo nada de nada) y algunos en español, aunque casi sin información internacional. O sea, que lo de la cierta desconexión es un hecho y lo único que busco cuando podemos acceder a internet en el campamento de los coreanos de Hyundai (que están construyendo el sistema de agua potable en la ciudad) o en de los franceses de Sogea (se encargan de las carreteras) son los últimos resultados del Barça, que de eso nunca se puede desconectar por más que me lo pareciera (por cierto, ver a Ibrahimovic, Messi y hasta Keita luchando con Villa por el pichichi suena bien, así como a Valdés –sí, yo le reivindico- reeditando Zamora). Televisivamente hablando, una parte queda perfectamente suplida con la fabulosa memoria de Sara plagada de películas (acabo de ver Rocky Balboa –sí, me ha gustado, ¿qué pasa?- y de revisar las andanzas de Nick Rivers en Top Secret), aunque hay un par de tesoros que echo en falta: uno, Lost, la mejor serie de la historia (aviso a navegantes: Lydia y yo hemos visto cuatro temporadas, así que ante cualquier intento de contar algo de la quinta o la sexta no respondo de las posibles consecuencias), aunque más que por televisión (maltratada hasta la saciedad por TVE), la seguimos en DVD. El segundo: Muchachada Nuí, programa (también en TVE, en La 2) fetiche por excelencia, puro surrealismo catódico, aunque ahí no coincido con Lydia, que sigue sin entender de qué me río. La verdad es que si he decidido escribir una entrada televisiva se debe a que en mi cámara de fotos he encontrado una del autógrafo y la caricatura que Joaquín Reyes (el mejor actor de España y parte del extranjero, con el permiso de Leslie Nielsen) me regaló en el festival de Benicàssim del 2008 (donde también me regaló un rato de conversación sobre el look hortera de algunos y sobre Tom Waits).

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