domingo, 8 de noviembre de 2009

Semana 7. Vista


Desde cualquier gran ventanal de rascacielos neoyorquino se divisa una línea de más rascacielos, de más colosos que desafían toda lógica y atacan de los nervios a cualquiera con un mínimo de vértigo entre sus fobias. En Evinayong, en cambio, la sensación es justo la contraria: desde la casa donde vivimos, algo elevada respecto al nivel de la ciudad, divisamos una alfombra de colores, ya sea decorada con las demás casas, con la selva que todo lo puede o con el trajín de mujeres que cargan yuca, leña o piñas.

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