domingo, 22 de noviembre de 2009

Semana 9. Sirenas



A pié de río la conversación puede fluir como el mismo curso del agua: hacia parajes lejanos, de destino incierto y con caprichos en el camino o con desvíos provocados por una piedra, un niño chapoteando o el leve contacto de una libélula despistada. Observar a Gastón, a Copi (qué conste que no se llama así, pero es el mote que le da Sara desde que la ayudó a orientarse con el coche por un camino) y a Nil mientras hablan genera una serie de incógnitas fascinantes: ¿De qué hablarán así, en cuclillas y con las manos en la cabeza? ¿Por qué recovecos divagarán sus palabras entre risas, gestos y caras de asombro? Cuando me acerco, me cuentan que Gastón asegura, convencido (o con ese aire de niño algo mayor que los demás, capaz de asombrar a los más pequeños con un discurso seguro) que en el río ha visto sirenas. No existen, sentencio desde mi prisma de adulto. Sí que existen, responden casi a coro varios niños más. Según Rebeca, es un ser mitad mujer, mitad pez. Según Copi, viven en el río, aunque algo más abajo, que tampoco se trata de que se dejen ver así como así. Que sí, que existen, van reafirmando uno tras otro, pero sólo Gastón asegura haberlas visto. Yo sigo enfrascado en negarlo, pero me miran como a un bicho raro, incapaz de reconocer algo sobre lo que la mayoría está convencido. Decido dejarles, en cuclillas, con las manos en la cabeza, discutiendo, jerarquizando sus afirmaciones según su edad. Lo que no puedo evitar, antes de sortear los charcos que se concentran traviesos y con ganas de mojar mis botas, es echar un último vistazo al río, aunque algo más abajo.

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